RETRATO DE BOLIVAR
Era de baja estatura como Napoleón, pero a diferencia de él no engordó con el triunfo. Su tristeza en los ojos era su estado natural, la "morriña" gallega venida de uno de sus ancestros quizás; indicio de que los Pontes y los Jaspes de la Coruña triunfan en su afectividad. Su tristeza anhelante se hermana con la manía del movimiento. Lo que hoy diríamos hiperkinético... Sin un movimiento rápido, no bullía su espíritu. Durante toda su vida fue Bolívar un hombre díscolo y rebelde que no logró siempre disciplinar sus tendencias anárquicas con su alta inteligencia y firme voluntad. Era un alma disociada entre el ideal que le pintaba Simón Rodríguez y el subsuelo del que procedía representando a las tres razas americanas: india, negra y blanca. Por los indios quedará reforzada su melancolía, su paciencia y pasividad. Por los negros, se manifestará en su cuerpo, en su aficción al baile, en el apetito sexual desenfrenado y en su resentimiento hacia España. Por los blancos, como hombres de capa y espada y como frailes. Igual que Cortéz, se dejará llevará por la indisciplina poniendo la gloria como fin, no como medio para su riqueza o poder. Denotará siempre un equilibrio inestable característico del mestizo.
Fue un alma vasta sometida a tensiones fuertes, tenía una complejidad desconcertante su alma singular, verdadero laberinto de centros de fuerzas diferentes y con frecuencia antagónicas. El pensamiento de Bolívar era tan heterogéneo y complejo como el resto de su carácter.
Simón Bolívar fue un niño mimado por la naturaleza y por la sociedad.
La humillación, la duda la ruina íntima, la abjuración y la infamia eran necesarios para forjar en el fondo de su ser atormentado, una fuerza dura, intrépida e invencible que hiciera gravitar todas las tensiones de su alma compleja y guiar sus energías maestras hacia la victoria de la causa que iba a ser suya hasta la muerte: la gloria de Simón Bolívar. Autoritario, ávido de mando, no respetó la ley cuando era obstáculo en su camino; como hombre de capa y espada, siente libertad frente a la ley. A la muerte de su hermano Juan Vicente, toma posesión de sus bienes sin tener presente a los hijos del mismo y a tal fin usa triquiñuelas legales. No se avenía ni a la subordinación ni a la obediencia. Sus numerosas aventuras femeninas no logran colmar su vacío interior. Divorciado de su pasado, no podía mirar al porvenir ni aspirar a la reciprocidad, perdido en el desierto de la indecisión, obseso por la deseo insaciable de la gloria ( hasta el punto de desmayarse), solo su egotismo será el sol que unirá sus sistema con la ambición por norte y le evitaba caer en la locura y en la muerte: Pero para lograrlo debió morder la amargura de la adversidad para formar su lanza de orgullo, su voluntad de poder.
( Tomado de Cortés de Madariaga, Simón Bolívar, passim)